Diario
Panamá América
15
de octubre 2016
Buscando
Rutas
Jaime Figueroa
Navarro
A lo
opuesto de la tradición, el operador de turismo de lujo tiene que escarbar
sitios recónditos, alejado de las turbulentas masas, creando un destino excepcional que sacie la
particular sed de grupos de visitantes con bolsillos profundos y excepcionales
gustos.
Durante
la década de los ochenta solía frecuentar el poblado de Sorá, entrando por la
polvorienta carretera de piedra desde Bejuco surcando 25 kilómetros hasta el arribo a las altas
elevaciones de la cordillera central en un auto 4X4. El paisaje era excepcional como lo era la
fresca brisa de montaña que pocos conocían y muchos envidiaban.
En
compañía de mi colega Jonathan Zelcer, propietario de Truly Panama, empresa
especializada en turismo de lujo, de Joshua Hall, biólogo, estupendo fotógrafo
y guía de naturaleza de National Geographic en tierra y a bordo de cruceros y
de Edgar Huertas, afable guía de naturaleza, historia y cultura de raíces
colombianas, nos aproximamos recientemente al poblado de Chicá, entrando desde
la carretera interamericana por el Parque Nacional y Reserva Biológica Altos de
Campana.
Nos
trasladamos primero al sendero interpretativo Podocarpus de ANAM donde se
pueden observar 267 especies de aves y 39 especies de mamíferos en la intimidad
del parque, entre otros la zarigüeya (Didelphis
marsupialis), el gato solo (Nasua narica), el mapache (Procyon
cancrivorus), el perezoso de dos dedos (Choloepus hoffmani), el
perezoso de tres dedos (Bradypus variegatus) y el mono tití (Saguinus
geoffroyi), abrazados por los musgos y otras
plantas epífitas como las brómelas y las orquídeas.
Nuestro
objetivo fue muy sencillo: desarrollar potencialidades, apoyando a las
comunidades, con noveles senderos turísticos. Chicá debe su nombre al cacique que gobernaba
esas tierras al arribo de los españoles.
En su centro de bienvenida, nos recibe Omar Zamora, simpático lugareño
dedicado al turismo y la siembra de plantas medicinales, cuyo padre se dedica a
fabricar tambores y organizar grupos folclóricos en la escuela para muestras de
bailes típicos a los visitantes.
El
jardín botánico adornado por una refrescante quebrada en su interior y multitud
de coloridas mariposas e industriosas abejas, podría desarrollarse para convertirse
en un verdadero oasis de medicina natural.
Una reseña de bienvenida lee: “Chicá traza el limite entre la vasta
llanura costera y las altas elevaciones de la cordillera que termina muy cerca
de ahí en el distrito de Capira, convirtiéndose por su proximidad en un hito
para quienes, desde siempre, han gustado de pasar del mar al laberinto de las
cumbres y desfiladeros. Durante años su
ascensión puso a prueba la resistencia de animales y vehículos. Hoy sus mejores vías de acceso nos obsequian
una de las panorámicas mas sublimes que pueden imaginarse.”
La
celestial sobremesa de la jornada le correspondió a Los Cajones, un asombroso
laberinto de rocas, ubicado justo a un kilometro posterior al puente del río
Chame en dirección a Sorá, sirviendo de limite entre los corregimientos de
Buenos Aires y Sorá, una falla geológica constituida por lava del plioceno que
corre en dirección de norte a sur y que ha sido aprovechada por el curso del
río Chame para crear un sitio que abruma por lo incomparable de su paisaje, un
lugar donde el arte no podía añadir nada más.
Un simpático letrero a la entrada del sendero lee: “Tráeme tu alegría,
no tu basura.”
Dejando
el auto al borde del atajuelo, descendimos a pie el kilometro y medio del
camino de piedras, hasta llegar a un singular sitio en Panamá. Allí entrevisté a una joven madre cuyos dos
mozuelos se divertían de lo lindo en las frígidas y limpias aguas de manantial,
cuales Mark Twain y Huckleberry Finn istmeños, relatándome que descendían a
diario de su caserío para el estimulante baño y jugueteo, en ocasión escarbando
voluminosos y suculentos camarones de río para el almuerzo. Sin gozar de electricidad ni televisión,
estos esplendidos Homo sapiens panamensis reflejan la radiante frescura del
siglo veinte que hemos dejado atrás para morar en cárceles de concreto,
ensimismados en aparatitos celulares y que es precisamente lo que busca
afanosamente el visitante foráneo.
Posterior
a esta hechicera experiencia alejado del tranque, la abrumadora bulla y el
grafiti urbano, le anhelo laureles a mis
asociados en la presentación de una cara diferente de Panamá y brindo una voz
de aliento al Diputado Juan Carlos Arango y las otras autoridades locales, para
que continúen esculpiendo lo que se
podría describir como un verdadero paraíso terrenal a una escasa hora de la
capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario