Diario Panamá América
10 de diciembre 2016
Apuesta al Turismo Histórico
Jaime Figueroa Navarro
De todas las modalidades del turismo que
bien aprovechan nuestros competidores regionales en ninguna sobresale el
acontecer histórico como en el istmo de Panamá.
México, Cuba y el caribe bien destellan el ansiado sol y playa. A nuestras fronteras, Costa Rica y Colombia,
su cautivante ecología y un poco más al norte Nueva Orleans su Bourbon Street.
El enfoque panameño en historia esta hoy magnetizado al Casco Antiguo, que ya lanza a
develar una personalidad única rebasando al Viejo San Juan y a Cartagena de
Indias. Al turista curioso le encanta
caminar sus adoquinadas calles y palpar novedades tal como el recién
reinaugurado Hotel Central frente a la catedral metropolitana, al borde del
parque de la Independencia.
En la medida que vayamos redescubriendo
la historia detrás de los muros que resguardan la ciudadela a partir de 1673,
logramos que nuestro destino sea más atractivo.
A pesar que todavía falta mucho ya se respira ese aire que inspira a la
prensa italiana a describir nuestra metrópolis como “menjurje tropical de
Manhattan y Venecia”.
Vámonos más allá. Remontemos el reloj del pasado hacia ese 25
de septiembre de 1513, tal vez la fecha más importante para la génesis del
comercio mundial, iniciando ese lunes la ultima semana del mes cuando el
Adelantado Vasco Núñez de Balboa desde la cima del cerro Pechito Parao en la
postrimería de la serranía de Majé en el imponente Darién panameño divisa el
vasto Mar del Sur, el mayor de los océanos del globo terráqueo, recorrido que
duplicamos 500 años después para conmemorar con broche de oro el hito que
estampa a Panamá en las gloriosas paginas de la historia universal.
Esa gira tiene que convertirse en
excursión obligatoria de todos los niños panameños para claramente desarrollar
el concepto de nuestro célebre aporte tan bien reflejado en nuestra consigna
“Pro Mundi Beneficio”. De paso transformándose
en peregrinaje obligatorio para todos los turistas que nos visitan. Desarrollando esta gema, nuestro turismo
escarba su originalidad mucho más allá que el canal. El panorama del océano Pacífico a lo largo y
ancho del golfo de San Miguel se convierte entonces en el verdadero “photo shoot” panameño.
Dentro de tres años celebramos los 500
años de la ciudad de Panamá, fundada el 15 de agosto de 1519 por Pedro Arias de
Ávila, saqueada y destruida el 28 de enero de 1671 por el pirata inglés Henry
Morgan, primera ciudad del pacifico del continente, importantísimo centro
logístico del imperio español. “Oh mis
vetustas torres queridas y lejanas” rememoraba nuestro insigne poeta Ricardo
Miró. Ruinas en abandono, triste desdeño
de nuestro repicar. Precisamente allí
yace la clave del reverdecer de nuestro turismo. Reconstruyendo la ciudadela, adornándole con
un galeón, trazando nuevamente el Camino Real desde el Puente del Rey hasta
Portobelo, ruta del oro donde surcó la mayor cantidad del preciado metal en la
historia. Este menester es lo que debe
estar impregnado como norte de nuestras autoridades para fértilmente
multiplicar el turismo istmeño. La
escuálida cifra de dos millones de visitantes anuales es una bofetada a la
inteligencia de nuestro pueblo, resaltando la ineptitud de los que dirigen la
industria. Este proyecto, bien
conceptualizado, resultaría con 10, 15 millones de turistas anuales. ¡Y por ahí nos vamos!
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