Diario
Panamá América
4 de octubre 2014
Primicia Histórica en San Lorenzo
Jaime Figueroa Navarro
Cuando, humildemente propuse una misa concelebrada en
el Fuerte San Lorenzo como espacio para el cierre del I Congreso de la Pastoral de Turismo de la República de Panamá, liderado por el visionario Monseñor José
Domingo Ulloa, no era consciente de la magia irreversible que iba a generarse
en aquella loma sacudida por los vientos de la historia durante la celebración
del Día Mundial del Turismo, el viernes pasado.
Aunque todo el mundo temía a la lluvia, muy común en
estos paramos, la fortuna nos sonrió en forma de legiones de mariposas azuladas ofreciéndonos
una revoloteada bienvenida nada más al ascender por la serpiente de hormigón
que se adentra en la selva al oeste de la esclusa de Gatún. Yo ya intuía que escamparía como de hecho
sucedió.
Los cientos de estudiantes, al descender de los
autobuses se desplegaron como muchedumbre multicolor entre las húmedas grises y
verdes piedras del fortín, la mayoría primerizos visitantes sorprendidos ante
aquel pedazo de historia con forma de península desde donde se contempla el
zigzagueo del río Chagres al desembocar en la mar.
Tras atravesar dos fosos por puentes levadizos
penetramos por la puerta en forma de cúpula que milagrosamente se mantiene en
pie, como todas las galerías de arcos al igual que muchos cañones de hierro
fabricados en la maestranza de artillería de Sevilla en 1598 cuando el rey
Felipe II ordena la construcción de la fortaleza bajo la tutela del ingeniero italiano
Bautista Antonelli. Una que otra
solitaria garita nos grita a voces contra el abandono inexplicable al que
sometemos los istmeños a este magnificente bien patrimonial de la humanidad.
Al son del tambor y el súbito grito de raíces africanas de la Hermana Arminda dimos la bienvenida a La Palabra, con rítmico y candente cántico portando la Biblia una guapetona multicolor pollera congo, que al entregarla al Padre Efraín de León, este la levantó dando varias cadenciosas vueltas con ella, antes de depositarle en las manos de Monseñor Ulloa en el elevado altar donde le acompañaban en concelebración eucarística los obispos de la república.
Al son del tambor y el súbito grito de raíces africanas de la Hermana Arminda dimos la bienvenida a La Palabra, con rítmico y candente cántico portando la Biblia una guapetona multicolor pollera congo, que al entregarla al Padre Efraín de León, este la levantó dando varias cadenciosas vueltas con ella, antes de depositarle en las manos de Monseñor Ulloa en el elevado altar donde le acompañaban en concelebración eucarística los obispos de la república.
Acto seguido y continuando el séquito afloran empolleradas e indígenas representantes de
cada rincón de nuestro folclor, portando el cáliz y los otros elementos de la
celebración. Mi sorprendido colega
español Dr. Feliciano Correa, típicamente serio, no salía de su asombro al
regalarnos una atónita sonrisa ante el singular espectáculo que admirado contemplaba. ¡Jamás en su vida había presenciado acto
símil y para ser honesto, tampoco yo!
El analítico acecho con intachable guiño nos reveló,
posterior a la eucaristía, el lado humano de Monseñor Ulloa al presenciar el
punto, baile de salón, tejido excelsamente por el Padre David Cosca en compañía
de guapísima pollera, quien de seguro al momento de tomar los votos le recordó
al Señor que la alegría del santeño jamás se pierde al adoptar los
hábitos. ¡Todos, sin excepción le
observamos con encubierta envidia! ¡Como
un hombre de Dios baila tan bien, es pródigo espejo de nuestra nación!
¿Dónde está aquel sueño imposible, tan enloquecido: a qué
pila de escombros hay que ir a buscar? Después de todo, saboreando a Calderón
de la Barca: “¿Qué es la vida? Una
ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida
es sueño, y los sueños, sueños son.”
Es así que cuando observo en algunos rostros istmeños la prudencia, la resignación y el temor, suspiro en mis adentros: ¡ojo! Observo mi corazón y siento su palpitar. Disciplino para estar alerta. Muchos dicen: “Les pasa a todos: el tiempo pasa”. Me dirán loco. Yo siempre estaré buscando en los bosques las azuladas mariposas, en los mares, las aletas de juguetones delfines y en San Lorenzo una bendecida eucaristía que hizo la estupenda diferencia entre lo que es y lo que puede ser.
Pinceladas de Itsmo con artifice encanto, son siempre los escritos del hidalgo incansable creador de este articulo.
ResponderEliminarTal vez Francisco de Quevedo, harto de tanto envite de espadas y lances de amor por tierras castellanas, quedó tranquilo porque supo que su herencia no sería gloria coronada por ilustres títulos, pero sí que la lengua española, por él tan bien cultivada, se acurrucaría entre las frondas caribeñas para permanecer con fuerza y viveza. Esto es lo que hace Figueroa con su cuidada prosa, enaltecer la literatura y recordar que, entre otros bienes que los españoles legaron a esos pueblos del más allá del Atlántico, y dejando al lado el valor de la fe en cristiana resonancia, y por la cual ese otro mundo heredaría la civilización de Occidente, digo que nada tan bello y tan enormemente fecundo regalaron los españoles como la lengua. En el decir de Figueroa, prendado de sorpresa ante lo que le es propio, recuerdo al leerlo a Cervantes y a Garcilaso y sobresale, sin que él se de cuenta del todo, la grandeza insuperable del idioma. Lengua que es verbo, soplo, espíritu rebelde y siempre creativo, permanece como patrimonio inmaterial fresco y palpitante en esa la selva habitada por aves del paraíso. La gramática de Nebrija hecha lenguaje imparable en el mestizaje por tanta sangre distinta, el castellano se ha cuajado en toda Hispanoamérica jugosamente nuevo, hasta dulzón y exótico como un mango maduro, y tan bello al oído atento como los piares infinitos regalando conciertos inéditos en el propio corazón donde el istmo palpita. Felicidades caballero Figueroa. Doctor Feliciano Correa
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