lunes, 30 de septiembre de 2013

El Juramento Hipocrático


Diario Panamá América
1 de octubre 2013

El Juramento Hipocrático
Jaime Figueroa Navarro

No me quiero meter en camisa de once varas, pero si debo.  Debo por la memoria de mi padre que fue médico, uno de esos médicos reservados que se tomaban su carrera y vocación en serio y que vivía, respiraba e inspiraba el Juramento Hipocrático.  Debo por una profesión que con los vaivenes del calor tropical, para muchos se ha convertido en blasfemia al ego en lugar de beneficio para todos.  Pero mas que todo debo, por la salud de mi pueblo.

Tengo, por ética, la responsabilidad de divulgar la enérgica erudición de mi padre, Dr. Alfredo Figueroa y Figueroa, abnegado urólogo del siglo XX, catedrático universitario y en su momento, Presidente de la Academia de Medicina y Cirugía y también Presidente de la Asociación Medica Nacional, dote a su dedicación y sapiencia en el arte de curar al enfermo y no a ningunos atributos políticos.

A la vista de sus pacientes, sobre un altar preponderante en su clínica privada de Bella Vista, donde curó sin tregua ni bachillerías durante casi medio siglo, reposaba el busto de Hipócrates, al fondo enmarcado el Juramento Hipocrático, que de seguro algunos nerviosamente leerían mientras el actualizaba, en esa escritura casi incomprensible de galeno, el historial medico o redactaba la receta del momento.  Yo lo leí muchas veces, al visitarle asiduamente para la entrega de mi mesada o para conversar sobre algún desvelo pueril que de seguro le hacia pasar un buen rato.      

Su texto original era el Hipocrático clásico que hace referencia a Apolo y otros dioses griegos.  Para provecho del lector, cito la versión convencionalmente aceptada, actualizada en 1964 por el Dr. Louis Lasagna, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts:  

Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto. Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con aquellos que vengan detrás. Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico. Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico. No me avergonzaré de decir «no lo sé», ni dudaré en consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de otro para la recuperación del paciente. Respetaré la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano asistir a una vida que termina; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios. Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados. Intentaré prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación. Recordaré que soy un miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los enfermos. Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a aquellos que busquen mi ayuda.”


La bitácora del Hospital Santo Tomás, si se encuentra debidamente actualizada, debe reflejar el mayor numero de intervenciones quirúrgicas durante sus 58 años de abnegada entrega.  La historia del pueblo de Chepo, plaza de nuestra quinta veraniega desde el decimonono debe destellar su entrega durante fines de semana de asueto a la sanación de los chepanos, sin mayor recompensa que la sonrisa del regazo.

Me refiero a la actual huelga medica, como lo hace el Papa Francisco I a la practica religiosa.  Francisco es un hermano, no un rey.  En cierto sentido ha devuelto el Catolicismo a su origen, a su humildad y a su fundamento.  Asimismo la practica medica es un dogma: sagrado, ético y entregado al beneficio del paciente y su sanación.  Así lo predicaba mi padre desde el pulpito universitario y me lo recuerdan algunos de sus colegas que tuvieron la fruición de su enseñanza y la humildad de su palabra.

Negarle el servicio a compatriotas en provincias, por intereses mezquinos y espejismos ególatras, no es propio de la profesión medica.  Y esto no es cuestión política, como muchos pretenden convertirle, es un tema humanista y un espejo del Juramento Hipocrático.  Me avergüenza la actitud de algunas manzanas podridas.  Panamá necesita un cambio para surgir de la sumisión a corrientes egoístas hacia la vanguardia del mundo moderno.  Y en esto, la salud de nuestra gente, ¡no debemos ceder un ápice!           

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Desvelos del Turismo Istmeño


Diario Panamá América
28 de septiembre 2013

Desvelos del Turismo Istmeño
Jaime Figueroa Navarro

Los retos del sector van más allá de la promoción de Panamá como destino turístico y el crecimiento en cifras de los indicadores claves, numero de habitaciones y visitantes.  De hecho, profusa labranza nos toca desdoblar en calidad de servicios, atención a detalles y desarrollo de planes por zona que nos permitan complementar el Plan Maestro de Desarrollo Turístico Sostenible 2007-2020. 

Estos fueron algunos de los temas que desarrollé al despuntar un simposio organizado por la Autoridad del Canal de Panamá ayer en el Centro de Visitantes de Miraflores en vísperas del Día Mundial del Turismo.  De hecho, mi recién participación en foros regionales, como el 1er Congreso de Turismo de Azuero y su contraparte en Antón, organizado por la Gobernación de Coclé, autoridades locales y mi colega Alberto Quirós Jaén, encauzaron el prefacio para la apertura del Aeropuerto Internacional Scarlett Martínez en Rio Hato.

Pero ello no es suficiente.  El acelerado desenvolvimiento de la infraestructura no va acompañado de los cuadros de colaboradores acondicionados en la faena y más allá, en el florecimiento de la creatividad para la franca evolución y el máximo desempeño de nuestro potencial como destino.  Pareciera que nos hemos quedado atrás en el teorema del “que va primero, el huevo o la gallina”.  Cito como ejemplo extremo, la queja de una usuaria del Metro Bus que nos cuenta que el aire acondicionado es muy frio en relación a lo “refrescante” que eran los Diablos Rojos.

Tenemos un reto serio con nuestra actitud.  De la “A” a la “Z”, en todo tipo de establecimientos, indistintamente de su calidad, no percibo más que quejas por parte de nuestros visitantes y ciudadanos, por la penuria del servicio.  Los países que no planifican para el futuro tienen la tendencia de fracasar en el.  En un mundo que premia la imaginación, nos estamos quedando atrás en un retazo básico para nuestro despegue.  Y eso ¡no podemos darnos el lujo de permitirlo!

“Panamá es un país en construcción,” anuncia exaltado y con buena razón nuestro mandatario en foros internacionales.  La obra tiene que repicar más allá de su infraestructura.  El elemento humano tiene que sufrir un cambio que permita el progreso de nuestra nación, de un país tercermundista, de dictadura militar y colonial del siglo XX, a un contorno moderno y pujante del XXI, acorde a nuestro expandido canal de Panamá.  Y esto tiene que arropar a todos sus ciudadanos, o es que no nos damos cuenta que desatender o simplemente permitir que un mal panameño arroje basura en las calles, nos hace tan culpables como el y que nunca tendremos una ciudad y un país limpio si no taladramos en el coco del niño y de su papá que eso no es responsabilidad de las hormiguitas, sino de cada uno de nosotros.

En un mundo donde la gran trocha ya no esta entre los países desarrollados y los países en desarrollo sino entre las naciones impulsoras de la alta creatividad y aquellas que no le fomentan, Panamá debe prestar atención, con su enorme potencial y posibilidades de un esplendente futuro para todos sus ciudadanos en encausar sus esfuerzos hacia esa dirección, cueste lo que cueste, y gústele o disgústele al que sea.  Nuestro norte político debe ser guiado por la ética del credo: “No mentiras, no robaras, no harás trampas, ni tampoco permitirás que otro la haga”.   Y ese ultimo pedacito del credo es responsabilidad de todos en el surgimiento de nuestra nación.  Siendo menos tolerantes y más exigentes cumplimos con nuestra responsabilidad social y ciudadana.

Hace 500 años, esta semana en Darién, Balboa descubrió el Océano Pacifico, asentando a Panamá en el tabernáculo del comercio mundial.  El año próximo celebraremos el centenario de esa gran obra que fue, es y será el canal de Panamá.  Pro Mundi Beneficio exalta nuestro escudo.  Es hora que enmendemos nuestro potencial en beneficio de todos sus ciudadanos.  ¡Manos a la obra!          

viernes, 20 de septiembre de 2013

Quijoteando Provincias


Diario Panamá América
21 de septiembre 2013

Quijoteando Provincias
Jaime Figueroa Navarro

Nada deleita más al espíritu que caminar, respirar y observar.
Es esa la alegría del viajero que diferencia la rutina diaria de los ciudadanos del mundo del siglo XXI.   Todos llevamos bosquejos Quijotescos muy dentro de nos: partículas delirantes, estrofas de poemas y reflexiones de juicio.  Es por ello que me arrebata redescubrir la miel de provincias ante los incrédulos ojos de aquellos que nos visitan por vez primera, ante todo porque como su anfitrión, guía, chofer y servidor tengo la capacidad de girar su percepción de las bondades istmeñas, atinando sapiencias donde otros simplemente ven sin distinguir, moldeando por siempre su visión de Panamá.

Durante los últimos días me ha correspondido estampar la estirpe panameña en la frente de un singular grupo a la par provincianos estadounidenses.  Les conoceréis al final de mi relato por sus particularidades y fogueos en nuestro suelo.  De Owensboro, autodenominada Capital Mundial de la Barbacoa, este bouquet de patricios hijos de Kentucky:  Lenda y Bob Anderson, Darla y Gary Barker, flanqueados por mi extrañada prima hermana de aquellos ojos verdes Becquerianos, luminosos y transparentes como las gotas de lluvia que se resbalan sobre las hojas de los arboles después de una tempestad de verano, Lupe Ellis, bautizada Guadalupe del Carmen Vergara Navarro, eternamente tatuada del velo Americano tras agraciar esos parajes de maderas de nogal o hickory por más de cuatro décadas, imitando a perfección el particular acento sureño, me acompañaron en esta lucha contra los tropicales molinos de vientos.

Honestamente hablando, tratándose de criticas constructivas que permitan realzar nuestro turismo interno, trataremos de analizar lo bueno, lo malo y lo feo a través del prisma de nuestros visitantes, añadiendo nuestras observaciones puntuales.  

Resaltan los héroes callados, esos panameños que con su trabajo hacen la experiencia del visitante algo especial y motivo de grata recordación.  Obviamente no puedo anotarles a todos, solamente aquellos con quien tuvimos la apertura de los hostales quijotescos durante nuestras andanzas.  

Comenzamos con Melba, esa guapa morena del diente de oro, la mejor sonrisa de Panamá y el más suculento ceviche del mundo, a mano derecha a la entrada del Mercado de Mariscos, sitio de poca visita por los locales, resultado de su fragancia a pescado, pero atesorado por todos los que nos visitan, por su originalidad y despliegue de fascinantes frutos de mar.

Continuamos con Javier Pimentel y todos sus colegas guías del Centro de Visitantes de Miraflores, sitio de mayor numero de visitantes del istmo, que lastimosamente se ha quedado chico, por la falta de planeación de sus regentes, anotando también la garrafal decepción de la nueva película 3D que ha usurpado el aquilatado y autentico sabor nacionalista de la anterior, que exige ser repuesta cuanto antes.  ¡Le hace falta mucha alma a este monumento!  Nos extraña la indiferencia de la Autoridad del Canal de Panamá en presentar un Panamá tan diestramente como opera la vía, iniciando con reemplazar hamburguesas y coca colas por un menú tropical, donde no haga falta el ceviche y la chicha de guanábana.

Seguimos nuestro colectivo de compatriotas ejemplares, resaltando los quilates de Doña Dalila Vera, una de nuestras más nobles embajadoras, resaltando el espíritu santeño, madrugando con muchos años a cuestas, sin necesidad de hacerlo por el espesor de sus ahorros, pero allí todos los días en su Dulcería Yeli de Pedasí, brindando lo mejor de si saludando a propios y extraños, sin diferenciar estirpes, con auténtico cariño.

Inconmensurable resulta la valía de Cesar Caballero, el mejor guía de cafetales istmeños, quien labora en Finca Lérida de Boquete.  Los panameños nos jactamos que catamos vinos, siendo pocos los que hemos tenido la dicha de catar los mejores cafés del orbe.  Esta excursión se hace tan de rigor como la visita a los viñedos de Napa Valley al visitar San Francisco.  Si fuese Ministro de Educación, todos nuestros niños pasarían esta lección, tildada como la más autóctona por la mayoría de nuestros visitantes.              

Puedo seguir enumerando los héroes callados, pero hace falta resaltar aquello que se puede mejorar y que exige a gritos la atención de las autoridades.   

Las carreteras nacionales que tanto han optimado durante la presente administración, requieren un análisis para transformarlas en un verdadero sistema de autopistas del primer mundo.  Ante todo, eliminando su peligroso pasaje a través de poblados y aldeas que obligan al conductor al constante juego de frenos y aceleración, ante el acecho de depravados agentes del transito, cuyo mayor interés parece ser el goce de la boleta o la posible coima, más que el cuidar la vida de los ciudadanos.  Esta costumbre es particularmente evidente en las afueras de la ciudad de Santiago, donde pareciera que los agentes del orden se apuestan justo después del cambio de letreros que indican una desaceleración.  Aquí vale la pena mencionar la practica de dejar letreros de limites de velocidad limitada en las nuevas autopistas, cito el cordón entre Divisa y Chitré, que se utilizaron durante el periodo de construcción y que obviamente no son de vigencia al finalizar el proyecto, pero sirven de escarmiento al conductor, motivo de desagravios y multas. 

Todas estas observaciones son producto de la retroalimentación de nuestros visitantes, quienes tuvieron la franqueza y motivación para confiarnos particulares vaivenes durante su andanza tropical y no buscan criticar por criticar sino el franco relato de vivencias para el pulimiento de nuestro quehacer turístico, eliminando molinos de vientos, convirtiendo nuestro destino en infalible paraíso.  

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Vergüenza de Belleza Natural


Diario El Panamá América
14 de septiembre 2013

Vergüenza de Belleza Natural
Jaime Figueroa Navarro

Mientras el diario The New York Times describe Panamá como “an embarrassment of natural beauty” nos acercamos a la simbólica fecha de celebración del descubrimiento del Océano Pacifico.  Quinientos años de historia no se fuman en pipa y el verdor istmeño no deja de maravillar.  Más allá de una conmemoración, habría que explotar turísticamente ambos pilares entrelazando estos dos activos de forma permanente y perdurable.

Convidado por la Fundación Parque Nacional Chagres al Lanzamiento del Plan de Implementación del Fondo Chagres 2013-2016, cuyo énfasis es el turismo, la semana pasada nos acercamos a la Finca AgroForestal Las Conchas, en la carretera Madden, Chilibre.  Su misión: garantizar el desarrollo sostenible del Parque Nacional Chagres y su zona de amortiguamiento, a través de la conservación de la biodiversidad biológica, los ecosistemas y recursos naturales, con énfasis en el recurso hídrico, reconociendo la importancia estratégica para la economía del país y de las presentas y futuras generaciones”.

Allí, bajo un imponente rancho, con la presencia de todos los actores, sépase directivos, lideres comunitarios, campesinos, artesanos, chefs, asistentes, mentes creativas e invitados, nos sentamos a escuchar los planteamientos de los jugadores claves: Guido Rodríguez, Dignatario; Rosamaría Guerra, Directora Ejecutiva; Adrián Chang, Coordinador de Proyectos y otros múltiples representantes de las comunidades,  para posteriormente deleitarnos con una presentación folclórica y un apetitoso almuerzo en total cadencia con el olor a tierra y agua fresca que exaltó el chubasco diario de la temporada.

Al solicitar mi intervención, teniendo bien claros los objetivos del programa, fui un tris mas allá en resaltar dos claves del teorema, axiomas del éxito en turismo.   Señalé que se hace primordial educar a las comunidades en el conocimiento del inglés, como método de comunicación efectiva con los visitantes y potencial multiplicador de ingresos de sus habitantes, al igual que sistematizar el dominio de desechos.  Ser pobre no es sinónimo de ser cochino.  Todo el prodigioso trabajo que perfeccionan sus habitantes se ve marchitado por la basura circundante en el área, y bien cierto, extendido en el resto de la república.   Este elemento de polución visual, que perciben de inmediato los turistas al igual que los aldeanos, no es fértil para el desarrollo de un turismo de altura.  Para saltar el peldaño al primer mundo, el país exige un dinámico liderazgo en estos dos afanes.

Y en turismo istmeño, para pulir el diamante, se exige la amalgama de historia y verdor.  En una epístola que viene predicando hace lustros el especialista austriaco Christian Strassnig, a quien invité como conferencista al XV Foro de Turismo de APEDE, la importancia del desarrollo del sendero turístico del Camino Real.  Acongoja como los españoles nos hurtan el mandado, atrayendo millones de senderistas anuales al camino de Santiago de Compostela, de 741 kilómetros, que si bien es cierto es una fuente de renovación espiritual, el nuestro es un décimo de largo, mucho más hermoso y con sus azuladas mariposas y la mayor variedad de aves en el globo, tramo de transbordo de la mayor fortuna en oro en la historia de la humanidad, un renacer del contacto con la naturaleza y la historia, que tanto añoran los habitantes de las grandes ciudades del siglo XXI, verdaderas cárceles de concreto       

Ignorar el potencial de su atractivo es sinónimo de desidia y desconocimiento de su enorme potencial como acentuada fuente de ingreso a las comunidades que le circundan.  Planificando su desarrollo como atractivo turístico, nos vemos en la obligación, a través de un plan maestro bien estructurado, de construir parajes de arquitectura colonial que sirvan de sitios de descanso, reparo y ocio a los cientos de miles de senderistas, que de seguro se acercarán al istmo, creando otro importante imán al turismo, fuente de nuevos ingresos a cientos de compatriotas, distinguiendo nuestro destino como algo más allá del verdor de Costa Rica, perfumado de una gloriosa historia que no nos pueden piratear.  El Camino Real, reconstruido desde Panamá Viejo hasta Portobelo, captaría en esa forma, de vuelta el oro que le ha cruzado durante siglos de colonia.    

viernes, 6 de septiembre de 2013

¿Avistamiento o Descubrimiento?


Diario Panamá América
7 de septiembre 2013

¿AVISTAMIENTO O DESCUBRIMIENTO?

Jaime Figueroa Navarro

Centro de las múltiples pesquisas planteadas durante el recién celebrado Congreso Académico Internacional del Pacifico, evento que reunió un selecto numero de aquilatados conferencistas de sitios tan remotos como las islas Filipinas, Taiwan y la Unión Europea representada por un racimo de brillantes mentes del Reino Unido y España, sin obviar nuestros valores istmeños, encarnados por historiadores, geógrafos, economistas y especialistas en otros ramos de  nuestro quehacer, galantemente auspiciado por la Comisión Nacional para la Conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento del Océano Pacífico en el Centro de Convenciones de la Ciudad del Saber, subsito el cuestionamiento si la hazaña del hidalgo extremeño, Vasco Núñez de Balboa, fue un avistamiento o un descubrimiento.

No fue hasta la jornada final, en su ultima sesión, titulada "El estrecho entre dos mares", moderada por el Dr. Nicolás Ardito Barletta, hechura de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, un verdadero "Chicago Boy" de aquellos que transformaron, entre otras las economías de Chile y Panamá, que casualmente hoy lideran toda Latinoamérica y el Caribe, creador del centro bancario internacional de Panamá en 1970, acompañado de los conferencistas, Dr. Omar Jaén Suarez, geógrafo e historiador de Aix-en-Provence y la venerable Sorbonne en Francia, el Ing. Alberto Aleman Zubieta que concibió los cambios necesarios en nuestro activo principal, el Canal de Panamá, acallando las dudas sobre nuestra capacidad para regentar la octava maravilla del mundo al inicio del siglo XXI y el inquieto abogado, Dr. Jorge Eduardo Ritter, todos panameños de atiborrada valía, que logramos ventilar el tema de avistamiento o descubrimiento.

Rememoro mi primer viaje a Chile, en compañía de mi amantísimo padre, en el otoño de 1975, pululando gallinas en el aeropuerto de Pudahuel que sirve a esa capital y en el centro de la ciudad, hospedados en el Hotel Sheraton Carrera, frente a la Embajada Americana, el todavía recubierto en maderas, Palacio de la Moneda, Presidencia de la República de Chile, resultado de los bombazos del cruento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 que llevó al General Augusto Pinochet Ugarte al poder.  Fue este el primero de mis no menos de 50 incursiones a toda la geografía del fantástico país austral, donde pude intimar con colegas y paisanos en sus diversas regiones, resultado de mi quehacer en la ultima década del siglo pasado en el establecimiento de su red celular, que me ofreció un panorama de los profundos cambios en la economía, del socialismo cuasi cubano de Allende a la pujante maravilla en que se ha convertido la Chile post-Pinochet del siglo XXI.

Giramos entonces el tema de nuestro istmo, capaz de convertirse durante nuestra actual epopeya histórica, en la nueva Singapur.  Ramón Tamames, erudito ibérico disertó en su conferencia magistral, sobre la economía mundial, describiendo a Panamá, en su devenir, como ¨puente del mundo, corazón del universo y  ESPEJO DE LAS AMERICAS¨.  Y es que Panamá se ha convertido, de hecho, en el espejo de las Américas. El turismo de compras. que históricamente hemos regentado desde el Portobelo colonial, es el máximo impulsor de nuestra posición.  A través de nuestra metamorfosis de Salsipuedes, Avenida Central y Calidonia a centros comerciales harto modernos, de Albrook hasta Multiplaza, nuestro Panamá del siglo XXI reemplaza poco a poco a Miami como el sitio favorito de compras del usuario Latinoamericano.  Y mucho tiene que ver en este devenir nuestro desarrollo como ¨Hub of the Americas¨ impulsado por COPA Airlines.

Retomando el tema del descubrimiento del Mar del Sur, no puedo más que compartir el sentir del Dr. Ritter, si bien hay pueblos originarios, sépase los indígenas Cuevas, el hito de Balboa, fue el descubrir el Pacifico, frontera desconocida hasta entonces para la Europa, que en aquellos momentos no sabia la existencia del vasto Océano Pacífico.  Negarle a Balboa ese descubrimiento, es sinónimo a ignorar el descubrimiento a Colon de las Américas.

El Diccionario de la Real Academia Española, define descubrimiento como: 1. Hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto o secreto o era desconocido, y 2. Encuentro, invención o hallazgo de una tierra o un mar no descubierto o ignorado.  Creo que ahora si estamos claros sobre esta materia, según descubrimos posterior a la ponencia del jurista Ritter.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Escalando el cerro Pechito Parao


Revista Competitividad Ejecutiva
Publicación Oficial de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE)
Agosto 2013

Escalando el cerro Pechito Parao

Jaime Figueroa Navarro

A raíz de la conmemoración de los 500 años del avistamiento del Océano Pacífico, me desplacé en mayo pasado al poblado natal de Vasco Núñez de Balboa, Jerez de los Caballeros, en la provincia de Extremadura, España; dicté, posteriormente, una conferencia sobre el ilustre Adelantado del Mar del Sur en un simposio mundial de patrimonio histórico celebrado en la Universidad de Massachusetts en Amherst. 

El miércoles 12 de junio fui invitado al lanzamiento de Darién como destino turístico, actividad formalizada en el auditorio de la Universidad Latina de Panamá con el auspicio de ese centro de estudios, United States Agency for International Development (USAID) y el Programa de Desarrollo de Darién (PRODAR) del Despacho de la Primera Dama.  Desconociendo a ciencia cierta el cronograma de actividades que de seguro adelanta la Autoridad de Turismo de Panamá, conversamos al finalizar el evento con el empresario darienita Erasmo de León, regente de Ecotour Darién, surgiendo por iniciativa propia, para complementar las actividades antes mencionadas, concebir una expedición para escalar el cerro Pechito Parao, desde cuya cima, Balboa divisa el Mar del Sur el 25 de septiembre de 1513.

No fue hasta 1997 cuando el Instituto Panameño de Turismo (IPAT) cosechase salvoconductos para que algunos aventureros turistas pudiesen visitar la enigmática región, despreciablemente ignorada por el resto de los panameños, resultado de estrafalarios mitos tales como que detrás de cada arbol se oculta un guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) o que seremos mordidos por una serpiente.  Del tamaño de la isla de Jamaica y con 47,000 pobladores, Darién es la mayor provincia del istmo con el menor número de habitantes.
 
Del 19 de junio al 5 de julio del año en curso, 227 jóvenes procedentes de 50 países visitaron Panamá para cumplir la ruta Quetzal, patrocinada por BBVA, viviendo la pasión por la aventura en el istmo.  Se adentraron en la selva de Darién para seguir los pasos que hace 500 años diera Vasco Núñez de Balboa y tras largas caminatas, travesías por ríos y escaladas, haciéndole frente a altos niveles de cansancio, alcanzaron a ver desde la cima del cerro Pechito Parao lo que para entonces fue el descubrimiento del Mar del Sur.

El viernes 5 de julio, Don Damián Barceló, propietario del Hotel Meliá Panamá Canal, agasajó a los jóvenes de la ruta del Quetzal y me invitó al ágape en Colón donde conversé amenamente con algunos de ellos, llegando a la conclusión de que hay que hacer que los panameños vayamos intimando los viveros del terruño.  Patria es la tierra, la vegetación que la tapiza, los hombres y mujeres que la habitan.  Lo son por el “ius sanguinis” o por el “ius soli”.   Se convierte en  virtuosa tarea alcanzar este empeño a través del ejemplo.

Fue entonces cuando organicé la expedición que nos llevaría el domingo 21 de julio a la cúspide de la loma (siendo también, por coincidencia, un domingo hace 500 años que Balboa logró la proeza).  Acompañado de  3 colegas de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas, junto a dos damas, asistidos por el guía Erasmo de León, heredé la iniciativa como el nuevo Adelantado de este singular grupo de 7 trotaistmos. 

Ni las fábulas de las culebras ni de los insurgentes iban a empañar el espíritu.  La decisión estaba tomada, a pesar de decorosas insinuaciones de contrariedades sanitarias ficticias y hasta de los peligros del guano de los murciélagos en los bosques al sistema respiratorio.  De hecho, una de las características de los darienitas que más nos llamó la atención es su envidiable estado de salud, apartados de alimentos chatarra y lejos de ser cocacolizados, ingiriendo jugos de frutas tropicales y agua de pipa en vez de las gaseosas desbordantes en azúcares, vicio propio de los obesos ciudadanos del mundo moderno del siglo XXI.  

El sábado 20 partimos en autos 4X4 de ciudad de Panamá a las 8:00 a.m. en un viaje de 4 horas en carreteras relativamente aceptables hasta llegar a Santa Fé de Darién, poblado donde almorzamos;   posteriormente aprovechamos para visitar al Equipo Comunitario de Desarrollo Integral Cristiano (ECODIC), fundado por las religiosas católicas de la orden Maryknoll, que toma plantas del bosque para luego procesar productos orgánicos como jabones, pomadas, alcohol y tés.  Las primeras tres hermanas Maryknoll llegaron al istmo el 1 de noviembre de 1943.  La noble labor del centro pastoral en Santa Fé asiste en la formación cristiana, educación ambiental/ecológica y el entrenamiento de promotores de salud.  Allí intercambiamos con uno de nuestros anfitriones, una bolsita de M&M por un cacao, delicioso fruto cuyas habas tostadas son utilizadas para la confección de chocolates.

De Santa Fé nos trasladamos en caminos precarios que obligan la pericia de un conductor familiarizado con el terreno, pasado el poblado de Cucunatí hasta Quebrada Eusebio, jornada de aproximadamente dos horas hacia el corazón de la selva darienita, donde pernoctamos bajo una sinfonía de cigarras, uno que otro búho, acompañados de un sinfín de silbidos selváticos que hicieron de la noche una vivencia arrulladora y reconfortante.

En la mañana a las 7:30 a.m. iniciamos nuestro selvático recorrido a través de un sendero abreviado, similar al fangoso camino entre Cucunatí y Quebrada Eusebio.  Al iniciar la faena, nuestro guía confeccionó bastones para cada uno que nos sirvieron de tercer pie, ¡harto útiles!  Al adentrarnos en la selva, amparados bajo el paraguas de los árboles, aunque nunca llovió, escalando el cerro in crescendo topamos un sinnúmero de cadencias, pajarillos, monos aulladores, mariposas multicolores y toda índole de imágenes silvestres.   Para nuestra sorpresa, la ausencia de mosquitos u otros cretinos y nocivos insectos, fue bienvenida. 

El trayecto es de cuatro kilómetros y en algunos parajes, sobremanera cercanos a la cumbre, estresantes por su ángulo ascendente.  No obstante, a las 10:00 a.m. logramos la tan anhelada coyuntura de arribar a la cúspide y matizar el maravilloso espectáculo que Balboa divisó hace 500 años.

Las palabras son escasas, no existen, para describir el esplendor del paraje: íntegramente erizado, con el corazón galopante y un suspiro que surgió de la intensa emoción, recé una oración que me brotó del alma, agradeciendo al Señor por permitirme el privilegio de divisar aquel lienzo pincelado por la naturaleza, con algodones de nubes y el intenso azul del Océano Pacífico de fondo al espesor de la selva y la zigzagueante desembocadura del Río Congo, que me hizo percibir la euforia de Balboa, a pesar de que, similar a Cristóbal Colón no vivió lo suficiente para comprender la magnificencia de su obra.

En términos futbolísticos, fue un golazo, con cero lesiones y cero faltas.  Algo curioso que engendró el experimento fue el intenso placer del logro de ideales que nos permitan ser más felices, que es precisamente el lamento de muchos al encontrarse en el lecho de muerte.  La felicidad es una opción selectiva.  Algunos permanecemos amarrados a viejos hábitos y moldes en lugar de gestionar fantásticas experiencias.
  
El confort de la familiaridad sobrepasa nuestras emociones y vidas físicas.  El temor al cambio, nos hace pretender hacia los demás y nosotros mismos, que somos felices cuando muy íntimamente anhelamos explorar parajes desconocidos, reír a carcajadas y gozar de candores nuevamente.  Y eso, muy cerquita de nuestra ciudad, dentro de este mágico istmo, lo volvimos a saborear arraigadamente durante este celestial fin de semana.  ¡Indigentes las almas, que estando tan cercanas a nirvana, no gozan las generosidades de nuestra tierra!      
              
Pasamos ahora la batuta a las autoridades, entre otras ANAM, INAC, PRODEC y ATP, para el productivo desarrollo permanente del sendero de Balboa, comprendiendo los 4 kilómetros desde Quebrada Eusebio hasta la cima del Pechito Parao, como trocha turística permanente que permita a sus visitantes, locales y foráneos, el panorama de este fastuoso teatro vibrante en esplendor ecológico, único en el universo, que impactó la historia del comercio mundial ubicando al istmo de Panamá en el altar estratégico que perdura y se enaltece con el paso de los siglos.

Esta urgente tarea solemnizaría la historia nacional, perfeccionada por la excavación del canal cuatro siglos más tarde y el gran gozo que debemos abrigar de haber nacido en Panamá, para que al visitar el histórico Pechito Parao oigamos en lo íntimo del corazón la estrofa del laureado compatriota Gaspar Octavio Hernández en su Alma Patria, publicada el 3 de noviembre de 1917: “Y volveré a sentir en mis entrañas el rumor de tus líricos palmares, y aspiraré el aliento de tus mares, y aspiraré el olor de tus montañas”.